domingo, 3 de junio de 2012

¿DE QUÉ ES RESPONSABLE EL NO-VOTANTE?


Por: M.V.
Colaboradora invitada


No tengo francamente idea de cómo asumir, menos aún de cómo responder a esta pregunta. Sé solamente que plantearla ahora es urgente y trataré, en todo caso, de mostrar su apremio en el hilo de situaciones ejemplares y coetáneas, la del si-votante y la de un abstencionista –¿abstemio?—. En la primera situación –el sí votante— tenemos una diversidad de casos posibles, pero quizás tres principales, uno, el de un hombre de mediana edad, habitante de Tapachula (por ejemplo), padre de familia y cuñado de uno mejor conocido como “el chino”, que está aspirando a un “hueso seguro” –en caso de que gane el PRI– en el gobierno municipal.  

Es lo que podríamos llamar, el primer caso típico de un votante rehén. En esta categoría –la de la primera situación— están también los que votarán por tradición y por el PRI; porque durante años su familia ha votado por el mismo partido y la verdad es que no les ha ido nada mal. Y no es que cuando dejaran de hacerlo, para votar por ejemplo, por el PAN, les fuera mal. Ocurre más bien que han oído, cercana o lejanamente que el asunto de la violencia está cada vez peor, y que antes, al menos con el PRI “no había tantos muertos”, pero bueno, la verdad es que eso lo saben de oídas –se han enterado en la tele— porque en el pueblo, en el municipio, en la ciudad, no se mueven más que los raterillos locales. También en esta categoría del votante rehén puede darse un tercer caso, el de aquellos que ven amenazada la subsistencia diaria si dejan de votar por el PRI, porque entonces no tendrían la despensa que les ha llegado a casa puntualmente desde hace unos meses; o alguien les dijo que si no ganaba el PRI cerrarían el centro de salud de la comunidad, el único que hay.

En cualquiera de los tres casos mencionados (el interesado, la masa manipulada y los necesitados) estamos frente a una extensión del fraude que no se limita al conteo de boletas. Sobra decir que los votantes rehenes –en su mayoría— no tienen tiempo o medios para feisbuquear algunas horas al día. No se ríen de los carteles ridiculizantes que los anti EPN(istas) se postean, ni miran las fotos o leen las historias de JVM, tampoco las reseñas panfletarias de los crímenes de Quadri. Sólo votarán porque hay que votar por el PRI --por EPN-- y basados en razones que se discutirán en la sobremesa después de acudir a las urnas.

La segunda situación es claro, la del no-votante. Entre los no-votantes podemos encontrar dos casos al menos. El primero es el del indiferente. Simplemente no se lo pregunta, no recuerda, no se ha enterado de que debió actualizar su credencial, o sacarla de la biblioteca o del billar. La perdió y no le importa, se despierta “medio crudo” o tiene una boda ese día, lo que sea, es irrelevante el voto para este sujeto. El segundo caso posible es el de aquel que firmemente convencido de la esencia rebelde que encarna la abstención, decide, en lo que llama su derecho, “no votar” y hasta se da a la laboriosa tarea de asignarle un nombre a su "trinchera", es el sitio de los “no-votantes”, como si el no-votante fuera una entidad de idéntica cualidad que el si-votante, esto es, del ciudadano, y tuvieran las mismas capacidades salvo porque uno carece de la energía y la ingenuidad que al otro le sobra. (Porque además el no-votante asume que el si-votante es un ingenuo y no un rehén, alguien a quien quizá un politiquillo le secuestró a la familia en un búnker, sin luz ni agua, de aquí al 1 de julio, fecha en la que tendrá que votar por el PRI). Los argumentos del no-votante son vagos, aunque para sí contundentes pues tienen el peso mismo de la realidad. La corrupción, la pobreza, la indignidad en que "el gobierno" (esta entidad indistinguible en su discurso de partidos o personas concretas) tiene hundido al “pueblo”; decenas de fraudes electorales  e incluso (esto me lo ha posteado una no-votante hace unas semanas) las diez horas de jornada laboral que debe padecer cualquier obrero en cualquier terreno de la tortuosa geografía neoliberal. Todos hechos incontrovertibles. Porque es cierto, el ejército es un abusón, es verdad, en el gobierno hay una bola de matones que tiene amordazado al pueblo. Nadie podría negar sin riesgo de ser objeto del mayor de los escarnios, que acudir a las urnas a ejercer el derecho a voto, no acabará con la miseria y la avaricia que carcomen a nuestro país, es verdad, mi voto no revivirá a los muertos de la guerra, mi voto sólo será un pronunciamiento a favor del respeto a la democracia como el derecho del pueblo a expresar su voluntad. Ni el voto, ni en general, nada hay que resuelva inmediata y mágicamente los problemas que históricamente nos agobian, pero no se ubica el voto en el mismo orden de soluciones. ¿A quiénes debemos dar la espalda y con quiénes debemos negociar, con quién hemos de habérnoslas en los siguientes seis años? La respuesta a esto es precisamente el voto, ni más ni menos. No resolverá ni el hambre ni la muerte, sólo manifestará la voluntad de lo que no es más tolerable, si se quiere, sólo expresará un rechazo y una posibilidad de negociación, de no autoritarismo.

Si nuestro sistema político es disfuncional, esto es, que la democracia sólo enmascara la dictadura neoliberal, si no votar es un pronunciamiento a favor de vías políticas y económicas alternativas (también todo esto me lo han posteado no-votantes en los últimos días), yo me pregunto nuevamente (con la esperanza auténtica de que alguien me responda), si esa <<alternativa>> ahora mismo intangible, llegara emerger ¿no habrá que votar para saber si es la mejor para todos? ¿No es acaso el voto, la expresión libre de la voluntad de gobierno, un derecho defendible en cualquier circunstancia? [Aquí hay que tener especial cuidado, actualmente en España se promueve el abstencionismo pero con un pronunciamiento claro en pro del voto directo, su sistema actual es el del voto indirecto] ¿El no-voto es un derecho? Se diría que, en nuestras circunstancias, es más bien un retroceso. Si yo si-votante (según los argumentos de los no-votantes del segundo tipo) soy responsable de los crímenes del Estado, de la legitimación de un sistema fraudulento, de qué es responsable el no-votante, ¿sigue siendo acaso un sujeto social? Sólo lo pregunto. Si yo si-votante, soy responsable de mantener vivo el último bastión de las revoluciones burguesas (la democracia) a qué responsabilidad se atiene, en qué compromiso se sostiene el no-votante. No lo sé, en verdad no lo sé de cierto, pero dada la fecha en la que nos encontramos supongo que es preciso saberlo, es urgente entender de qué se trata el abstencionismo. Es probable que exista, entre todo, un caso mixto (o cientos de ellos). Puedo ser un votante no-rehén, un elector con convicción, uno decidido a no ver al menos peor, sino quien de verdad ha estudiado no las “promesas” (pues mi novio me promete cosas, mi tía en su lecho de muerte, pero no los políticos) sino los proyectos, las plataformas político-ideológicas de cada partido; e ingenua, puerilmente he decidido confiar en los principios de una “República Amorosa”. Y no soy la única que cree en ello, y quizás esta vez, sólo esta vez, somos efectivamente una mayoría, sin embargo, entre esa mayoría de gente que estudiada y conscientemente ha reído y llorado con las editoriales de los diarios, las campañas de prestigio y desprestigio, sólo una pequeña parte acudirá a las urnas.

Otro ejemplo, breve y real. Hace unos meses en la deprimida España se celebraron (porque ciertamente es una fiesta) elecciones en la Comunidad Autónoma de Andalucía, justo cuando la derecha, los peperos, como se le conoce comúnmente a los monarquistas, empresarios, la ultra-reacción, se sentía con la sartén por el mango, la dicha comunidad salió a las urnas y votó por su única posibilidad, sólo para hacerla servir de contrapeso a la política ruinosa de la derecha. Entonces Izquierda Unida (que no está tan unida y quizás no sea muy izquierda), por muy poco, por una diferencia mínima, ganó los escaños necesarios para dar con la puerta en las narices a la derecha. Y yo, como ingenua si-votante pregunto por qué la gente se deja timar por la derecha, por qué no han sido los más quienes han votado por la izquierda y ha sido tan costosa la mínima diferencia (cinco diputaciones apenas), entonces alguien, un andaluz medianamente involucrado en la política de su provincia, me contesta: "es que la izquierda no-vota”. Claro, resta saber qué es esa mentada izquierda, ahora mismo, y dadas nuestras circunstancias, diría que el no-votante es parte de esa izquierda, y que su desconfianza a veces prejuiciosa le ha impedido ver más allá de los hechos; acercarse pues a los programas, a las ideas de los representantes de los partidos y sobre todo, me arriesgo decirlo, a la diferencia entre la idealidad de nuestro sistema, y su realidad concreta.

Lo que tenemos es esto. Esto es lo que hay, una democracia fraudulenta, quizás, pero mientras un voto es ocultable, 21 millones 181 mil 119 votos no pueden ocultarse ni detrás del Popo humeante...

21 millones 181 mil 119 empadronados se abstuvieron de votar hace un sexenio.... Si sólo la mitad hubiese votado entonces, si sólo una tercera parte decidiera votar ahora, consciente y pensadamente.  Si sólo una octava parte dejara de promover el no-voto. Si sólo una mínima parte asumiera una mínima responsabilidad. En todo caso, en verdad, que alguien me diga ¿de qué es responsable el no-votante?

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