Por: MarthaYlenia
Colaboradora invitada
Si fuera una persona bienpensante, que se ciñe a los
datos técnicos y que encuentra confianza y comodidad en los lugares comunes,
tal vez sería más fácil para mí encontrar razones para creer que las elecciones
del próximo domingo tienen ya resultados inequívocos.
Afortunadamente no lo soy.
Mientras los opinadores dan por hecho el triunfo de Peña
Nieto, yo creo que falta lo más importante: la decisión de la gente. Y
antes de que me acusen de idealista -y si me acusan qué mas da-, estoy
convencida que ese es el sentido de la democracia.
Otra cosa es creer que el aparato corruptor del PRI está
engrasado y funcionando a toda su capacidad. Eso, yo que creo muchas cosas,
también lo creo.
Ejemplos sobran. Ahí están los videos en los que se
evidencia el pago por comprometer votos, las fotos, las boletas duplicadas, las
montañas de chácharas para regalar, el dinero inexplicable, los monederos
electrónicos que tendrán depósitos después del 1 de julio, etcétera.
Eso todos los sabemos. Las autoridades electorales también
lo saben. Nadie hizo, hace o hará nada al respecto.
Y mi punto es ese.
Las prácticas antidemocráticas en el país siguen
redituando en triunfos electorales. Si esto no es una profunda contradicción
ideológica y de práctica política, entonces se trata de una democracia
marciana.
El PRI, fiel a su naturaleza dinosáurica, desconoce
cualquier tipo de evolución. En consecuencia, nos desconoce completamente como
sociedad. De ahí que el surgimiento del movimiento #yosoy132 sea un fenómeno poco
menos que paranormal para ellos.
Ahí están Ruiz, Marín, Deschamps, Yarrington, Moreira y
Salinas, entre muchos otros, sin haber sido tocados por la justicia o
expulsados del partido. El PRI no lo necesitó para ganarse la confianza de
mucha gente, porque aún hay quienes no necesitan que un político elegido
democráticamente se gane su confianza, sino que “reparta de lo que se roba”. Y
esa gente es su base social, su índice de aprobación y su fuerza bruta
electoral. Sacarlos de su letargo y de sus urgencias para ofrecerles
condiciones de prosperidad (educación de calidad, salud de calidad y trabajo
bien remunerado), evidentemente significaría para el PRI un suicidio.
De ganar, sería la confirmación de que tenemos una
enfermedad grave como sociedad. Con la mayoría absoluta, sólo tendrá el
contrapeso de un gobierno de izquierda en la capital y algunos diputados y
senadores. Presidente, legisladores y gobernadores priistas repitiendo la
película de hace 70 años.
Si no me creen, tampoco crean que miento. Menos que
exagero.
Del PAN y Josefina, a saber: un partido conservador y
esquizofrénico, que por un lado defiende el “derecho a la vida” del cigoto y
por otro lado emprende una guerra que ha arrojado 60 mil muertos.
Una candidata con un discurso para la mujer de los años
cincuenta. Lo más progresista que se le escucha en su agenda mujeril es que
tenemos derecho a reconocimiento, trabajo y oportunidades. Yo no tengo una sola
amiga que eso no lo sepa ya.
Con sus perlas, falda recta abajito de la rodilla, peinado
para no despertar suspicacias, sonrisa amable y tono dulce, Josefina no me
representa a mí ni a las mujeres mexicanas que conozco.
No tiene un historial como servidora pública que tenga un
solo mérito o una ruptura con viejas estructuras o sistemas. De hecho en su
campaña estuvo el funcionario público (Horcasitas) que nunca aceptó ninguna
responsabilidad (aunque fuera moral) por los 49 niños muertos en una guardería
del Seguro Social, siendo él director de dónde creen: del Seguro Social.
Menos aún, Josefina pertenece a un partido que haya
significado un cambio democrático real. La joya de la corona panista son las
cifras macroeconómicas. ¿Y? Eso no es ejercicio eficaz de gobierno en un país
con 52 millones de pobres.
Y claro, Andrés Manuel.
Cobijado por un partido absolutamente cuestionable por
donde lo miren, el PRD. Y otro dos parásitos, PT y Movimiento Ciudadano.
Andrés Manuel cerró Reforma. Uy, muy mal. Aún conozco
gente que no lo supera, que eso y no la creación de un nuevo impuesto (IETU),
la fuga y empoderamiento del Chapo, o la corrupción rampante en los “festejos”
del Bicentenario (Estela de Luz), los tiene indignados hasta hoy día.
¿De los 60 mil muertos y los niños de la guardería ABC ya
había escrito, verdad?
Bueno, pues este hombre cerró Reforma porque el IFE no
quiso hacer recuento de las boletas electorales para corroborar un mínimo
margen de “pérdida” de 0.56% en la elección 2006. Había que aceptar sin chistar
el resultado. El voto por voto, casilla por casilla resultaba una petición
dogmática para la autoridad electoral. Y no una petición que abanderamos casi
dos millones de mexicanos.
Mandó al diablo a las instituciones frente al ataque
directo y frontal de todo el sistema en su contra (desafuero, un IFE con un
consejero presidente negociado por Elba Esther Gordillo, guerra sucia y
abiertamente cínica por parte de la iniciativa privada, etcétera).
Critica la parcialidad de los medios. Y los medios, por
supuesto, se revelan a dicha acusación desde su coto de poder monopólico, su
arrogancia y su pobreza periodística.
Los tópicos que no pasan de moda –llevo escuchándolos 6
años-, son que es un chavista, un comunista, un robacasas y patrimonios. Que
nos va a llevar el carajo con él.
Y yo me pregunto qué es el carajo sino este país como está
exactamente hoy.
Ahí está la confirmación del complot, por lo que lo
acusaron de paranoico. Seis años después, pero ahí están las cifras y la
estrategia a detalle revelada por The Guardian.
Vi a un Andrés Manuel que no reconoció la corrupción de
gente cercana a él (Bejarano, Ponce e Imaz), lo vi emprender la locura de la
presidencia legítima, no asistir a un debate, creer que era invencible cuando
en realidad era vulnerable como el que más, y finalmente, lo vi, lo vimos,
morder el polvo.
Hoy veo a un López Obrador que ha construido un proyecto
posible. Y que para ello ha elegido a la gente más preparada. No perredistas,
ni petistas, ni con un cargo público está pagando compromisos previamente
adquiridos.
Creo en Marcelo Ebrard porque vivo en esta ciudad y he
visto su profunda transformación. Espero que la ciudad sea la escala de lo que
puede ser el país.
Creo en Juan Ramón de la Fuente porque recibió una
universidad en crisis después de la huelga y la supo posicionar de nuevo como
la gran institución que es. Si algo vale la pena en esta país, sin temor a
equivocarme, es la Universidad Nacional Autónoma de México.
Creo que Manuel Clouthier puede de verdad comprometerse
con la legalidad y la transparencia que le urgen a las dependencias de
gobierno.
Creo que en el proyecto de país que encabeza Andrés
Manuel, tiene prioridad el combate a la pobreza y a la marginación y no el
beneficio de unos cuantos que se hacen inmensamente ricos.
En todos los aspectos me convence el fondo del cambio
verdadero porque creo que este país necesita una oportunidad y una
transformación. A cambio de mi voto, le voy a exigir un gobierno moderno,
plural e incluyente.
Hace unas horas en el Zócalo prometió no más corrupción, economía
estable, educación, salud, atención a víctimas del delito y el aprovechamiento
y respeto a nuestros recursos naturales. Insistió en no tener compromisos con
nadie que deba pagar a costa del pueblo.
Dijo que no nos va a fallar y en la apoteosis del romance,
ante casi millón y medio de personas que le gritábamos “presidente”, dijo que
amor con amor se paga.
Yo no quiero que me ame. Quiero un país sereno, justo,
libre y con oportunidades. Y en su proyecto, encuentro la esperanza de que así
sea.
La elección se resuelve el primero de julio con nuestros
votos. No antes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario