jueves, 21 de febrero de 2013

DÓNDE ESTÁ EL ORGULLO DE SER MEXICANO


Paula Arizmendi Mar
Integrante del Colectivo Machincuepa
Twitter: @parizmma


El carácter de los mexicanos es un producto de las  circunstancias sociales imperantes en nuestro país; la historia de México, que es la historia de esas circunstancias, contiene la respuesta a todas las  preguntas.
Octavio Paz

Tengo una amiga que, de tan pesimista que es, algunas veces tiene que reconocer que necesita ayuda. De ahí que, por temporadas, una o dos veces por semana vaya con un psicólogo que ya la conoce y le perdona sus excentricidades. Alguna de esas veces, su sufrido psicoterapeuta le encargó, nada más ni nada menos, que revisara la historia de México para sentirse mejor consigo misma, según me contó. ¿De qué puede servir para mi autoestima revisar nuestra historia?, me preguntaba estupefacta. El psicólogo, según recuerdo, nunca le dio la solución. En ese entonces, yo no supe qué contestarle.

Eso fue hace muchos años —no diré cuántos—. Hoy, si la viera, le diría que finalmente tengo la respuesta. He comprendido por qué hay que revisar la historia para sentirse mejor sobre uno mismo. La próxima vez que tomemos un café, le diré lo siguiente: Que, en primer lugar, la identidad de una persona se forja no nada más con la familia o con los amigos: hay también un imaginario social que se equivale con lo que denominamos un país. En segundo lugar, que pensar en lo que es nuestro país es, en cierta medida, pensar en lo que nosotros somos. Y en tercer lugar, que la historia que el psicoanalista aconsejaba es una riquísima crónica de una gran cantidad de culturas, pueblos, grupos y sociedades. Somos un entrecruzamiento inaudito, una extraordinaria mezcla que ya quisieran otros países ostentar. No puede haber un mejor subidón de autoestima que pensar en la casi infinita variedad de grupos étnicos que hay en México, de lenguas que se hablan, de mestizaje y sincretismo entre tradiciones e innovaciones. Pensar en el mosaico cultural mexicano solo puede llevarnos, cómo no, al orgullo por ser mexicanos.

Como mi amiga es absolutamente nihilista y negativa, muy probablemente me contestaría enseñándome cualquier página de cualquier periódico: asesinatos, fraudes, politiquerías, atentados, narcotráfico, y todas esas cosas que suelen decirse del país para volver a sentirse mal. Y quizás, con su sorna acostumbrada, me diría que me tomase unos cuantos años para responderle. Pero no hace falta, porque tengo la respuesta.

La respuesta es que sí, el México de hoy se ve avasallado por ladrones, asesinos y políticos miserables. Pero eso es solo una pequeña parte del conjunto, y hay que ver las otras partes que componen el tapiz de la realidad mexicana. Yo prefiero pensar aquello por lo cual podemos enorgullecernos, sin necesidad de un chovinismo o un patrioterismo suicida. Prefiero pensar, por ejemplo, en las voces que se alzan frente a las injusticias, que son muchas. Prefiero ver la voluntad por seguir delante de la gente de a pie, que es enorme y que va más allá del político en turno. Así que, con los matices necesario, aquí les dejo una pequeña lista de lo que me enorgullece de mi país, y por el cual le digo a todo el mundo que soy mexicana y a mucha honra. 

1.     Se comienza por lo obvio: la comida mexicana, patrimonio de la humanidad. ¿Tengo que decir algo más al respecto? Creo que no existen demasiados países que puedan presumir de la vastísima
2.     La biodiversidad que nos encontramos en toda la República, y que a pesar de los reiterados hurtos y latrocinios, nos sigue regalando la generosa naturaleza.
3.     La calidez de la gente. La simpatía y el afecto que derrocha la gente que no te conoce. Cómo extraño las sonrisas de los mexicanos, únicas en el mundo.
4.     Los luchadores sociales. Es cierto que los luchadores sociales solo pueden surgir a la sombra de una injusticia: pero los activistas mexicanos son especialmente valientes y esperanzados de que el cambio llegará. ¿Un ejemplo de ello? Acabo de ver a Lydia Cacho dando una conferencia y me deslumbra su coraje y su claridad intelectual.
5.     La historia de México. Tenía razón  el psicoanalista de mi amiga: revisar la historia es una riquísima forma de entender por qué somos lo que somos y hacia dónde estamos yendo.  

¿Por qué otras razones se puede uno sentir orgulloso de ser mexicano? Esta lista es solo un tímido inicio, y lo que sigue es reflexionar sobre los puntos positivos de pertenecer a una cierta región. Yo sé de cierto que hay mucho de México sobre lo que podemos apuntalar nuestra autoestima. Solo hace falta preguntarse seriamente dónde se fundamenta el orgullo de ser mexicano. Puedo asegurar sin temor a equivocarme que las respuestas lloverán.  



martes, 12 de febrero de 2013

EL EFECTO MEDIÁTICO CASSEZ

Por: Ramón Chaverry Soto
Integrante del Colectivo Machincuepa 


Desde hace algunos días en boca de los comunicadores de televisa escuchamos hasta el hartazgo, para referirse al caso de la francesa acusada de secuestro, “la secuestradora Cassez”. Una y otra vez, así lo parece, mientras la mencionada francesa siga siendo noticia, será nombrada sin más “La secuestradora Cassez” o “La secuestradora francesa”. A este adjetivo, que ya suena poco objetivo en boca de un comunicador, se le agrega además un tono particular de indignación, de esta manera los medios de comunicación, al dar la noticia, parecen haber hecho suya la causa de las víctimas, volviéndose paladines de la justicia. El juicio es unánime, porque, es un hecho, la mayoría de la personas consideran que se ha cometido una injusticia al liberar a la “secuestradora francesa”. Pero este juicio desfavorable hacia Cassez, no lo olvidemos, no sería posible sin la ayuda de los medios de comunicación.

Afirmo que no sería posible porque es un hecho que en este caso los medios de comunicación jugaron un papel central, ellos fueron parte del montaje que inculpó a la francesa, ellos son los que han omitido una y otra vez el nombre de García Luna (el orquestador del montaje), ellos son los que enfocan a los secuestrados, son también los medios los que señalan a los jueces y los que, finalmente, señalan a Cassez como “La secuestradora francesa”.  


Luz y sombras del caso

            En un principio, sin saberlo, como lo afirma Pablo Reinah (reportero de Tv azteca) los medios fueron convocados por García Luna a la detención de una banda de secuestradores llamada “Los zodiaco”. Poco a poco comenzó a surgir, gracias a las denuncias de la francesa, la hoy confirmada versión del montaje. Su juicio presentaba diversas irregularidades en su aprehensión y posterior integración del delito, notorias violaciones a la propia constitución particularmente al 16 constitucional que exige poner al inculpado a la disposición de un juez sin dilación alguna. Esto sin contar las múltiples violaciones a los derechos humanos y a las convenciones internacionales, la negativa de las autoridades para que la francesa recibiera apoyo de su embajada y la omisión de su derecho a tener un traductor, agregando a esta turbia red de errores el cambio en la declaración de los testigos. En otras palabras, si algo caracterizó el caso de la francesa fue la violación de diversas leyes en distintos órdenes legales, del ámbito constitucional al penal, del ámbito de los derechos humanos a los tratados internacionales.   

El caso Cassez tuvo así efectos bochornosos e indeseables pues destapó los vicios históricos de nuestras incompetentes autoridades que elaboran o siembran delitos a discreción. Pero sobre todo, y esta es la razón por la cual los medios han hecho suya esta batalla, la francesa  mostró la red de complicidades que se dan entre el cuarto poder y el Estado. Es sabido que no es sino hasta que la francesa denuncia y documenta el montaje que las televisoras reconocen este hecho. En otras palabras los medios se vieron involucrados y esperaron hasta el último momento, cuando ya su exposición era inminente, para dar a conocer la noticia. Previendo una condena popular, sólo un par de días antes de la liberación de Cassez, Carlos Loret de Mola admite abiertamente el polémico montaje que los involucraba, al cual antes sólo aludían de manera ambigua, mostrándose así los medios como una víctima inocente más de este vergonzante hecho.
            Las televisoras, hablo en este caso de Televisa, han seguido así dos formas de abordar el problema en el que se encuentran incluidos, por un lado señalan las irregularidades del caso pues ya era inminente su conocimiento. Por otro, alejan la atención del montaje para presentarse como defensores de las víctimas, al usar, como antes señalé, el mote de “La secuestradora Cassez”. 

Más allá de si la francesa es culpable o no (todo alrededor de este caso es tan turbio que quizá jamás lo sabremos con certeza) como sociedad se nos impone la obligación de ser más reflexivos sobre los límites del cuarto poder. El caso va perdiendo poco a poco presencia en las notas televisivas y sólo una mirada crítica nos permitirá estar alerta para encarar los montajes futuros de las televisoras.