Por: Arlene Orduña Bayliss
Colaboradora invitada
“Es cuestión de tiempo, de adaptación,
poco a poco te convertirás en un camaleón
y tomarás forma de Barcelona, no te darás cuenta “
… Me han dicho muchos.
Aún pensando en que puede
ser más sencillo llegar de México a España por las aparentes similitudes, como
el idioma, la historia conjunta, el legado y unión de uno con el otro; la
sensación de no saber en dónde se está
parado y tampoco reconocer cómo sería el estar más cómodamente, invadió la segunda
semana de llegada.
Lo más parecido a no comprender lo correcto o incorrecto en
situaciones comunes y posiblemente cotidianas. Incluso, a veces no reírte de un
simple chiste por no entenderlo o por otra parte, no saber si dar tu opinión.
Inseguridad.
Desorientación.
Sabes que no perteneces, aunque
al mismo tiempo se busca hacerlo, naciendo así una confusión
del cómo comportarse, cuidando las formas por respeto y también por incertidumbre,
tratando de ser minucioso para no caer en
comportamientos fuera de contexto o en una mala percepción de tu
persona.
Hay quienes al viajar
solos, van y vienen solos, comen solos en un restaurante, van solos al cine,
solos a tomarse una cerveza, viven mucho más solos que acompañados, o
intercambian su soledad con la sociedad… yo no. Disfruto la compañía, platicar
caminando, platicar comiendo, compartir una película, un viaje, una charla, no
es que tenga una negación a estar conmigo misma (creo); lo estoy en su momento, pero es más el tiempo que
prefiero compartir
Kalervo
Oberg ( 1901 – 1973)
nacido en Finlandia y después ciudadano estadounidense, fue un Economista y
también Antropólogo, pero sobre todo un viajero, fue quien introdujo el término
de “Choque cultural” dentro de la
antropología, lo hice en su tesis doctoral: La Economía Social de los Indios Tinguit de Alaska.
Este hombre viajero, describe
el término choque cultural como un golpe
de desorientación, lo compartió por primera vez en una charla con un Club
de Mujeres de Río de Janeiro a quienes
les platicaba sus sentimiento hacia la interculturalidad.
Describe al choque
cultural en cuatro fases:
1.
Luna de miel: diferencias entre la
cultura nativa y la nueva, se ven y viven de forma romántica, atracción por la
comida, los paisajes, las calles, la gente, en luna de miel con su nueva
tierra.
2. De negación: nacen las diferencias
entre culturas, llega la ansiedad y también la desesperación ante el
sentimiento de sentirse extraño y ajeno, al idioma, la higiene, el tráfico, la comida, etc.
a.
Aquí
aparece la soledad y la nostalgia.
3.
De ajuste: el desarrollo de
rutinas que permiten acostumbrarte a la nueva cultura. Aprender a saber qué
esperar.
4.
El dominio de fase: etapa del llamado
biculturalismo, que tampoco quiere decir que existe pleno acoplamiento a la
nueva cultural.
Ansiedad, confusión,
desorientación, es lo que podría describir como las sensaciones que han
envuelto estos días: no conocer mi lugar, dudar de mis comentarios, trastorno
en los horarios de sueño, es lo que interpretaría como choque cultural. Recuerdo un día, en el que dormí…un día.
Podría decir que el
estatus actual de mi situación, es un intermedio entre la primera y la segunda
fase, acepto que el caminar por la ciudad conmigo misma, me brinda seguridad y
libertad, pero también una ansiedad de ser ajena al contorno, me desmotiva.
El choque cultural
representa una sacudida a la realidad que me envuelve, la que conozco, hoy se
presenta una distinta, la de Barcelona, España, con un panorama abierto a la
diversidad, movilidad y dominio. Una realidad a la que no termino de entender,
si en teoría, pero no en la practica. En el día a día que te hace sentirte
cómoda por la calle. Más allá del descubrir las novedades.
El choque, ¿sigue siendo choque?
Los cambios forman parte
del pasar del tiempo, del proceso de adaptación, de caminar con menor titubeo, con
mayor seguridad al tener una dirección y saber qué camino tomar para llegar; un
nivel más elevado de seguridad que se traduce en comodidad, en un respiro al
sentir que lo importante, se tiene. A dos meses, la escala en Barcelona, ha tomado forma, como
camaleón.
El
desenvolvimiento paulatino
Los sábados son los días
en los que camino cuatro cuadras para llegar al
Mercadona, ahí compro: carne,
pollo, atún, sardina, café, quesos, embutidos ( carnes frías), leche,
vino, servilletas, shampoo, y nutella;
al regreso, a una cuadra está la frutería,
ahí, la parada es por: manzanas, naranjas, plátanos, duraznos y fresas; además
de cebolla, papa, espárragos, lechuga, tomate, calabazas y zanahorias. Dos
cuadras más y está la panadería, en
una esquina, la cual, atienden señoras con un mandil y un sombrero de color
blanco, llenas de harina. Con menos de 3 euros compro una chapata cortada y un
croissant de chocolate. Una actividad que ha sido de sábados, porque en España,
los domingos el comercio cierra.
Parada sobre Rambla de Cataluña, dejando el café Zurich atrás, está el bar de la Oveja Negra, un lugar al que llevaré a
quienes vengan de fuera. De la Sagrada
Familia a Plaza Cataluña, el centro, son caminando unos 30 o 35 minutos,
pasando por la glorieta Tetuán que cruza
Gran Vía, Paseo de Gracia y bajando con sentido al mar, cruzo barrios de
chinos o pakistaníes. Barcelona es como una hoja cuadriculada, no te pierdes.
En mi caso, bajo en zigzag hacia el centro, aunque pudiera hacerlo en línea
recta. Fuera de eso, evito caminar por Rambla Cataluña. Se satura de gente.
Ubicando
barrios
En
el Barrio el Raval,
sobre la rambla, está un lugar de comida turca de nombre Kilim, venden kebabs que van perfectos con una
cerveza Estrella y después, la mejor opción es terminar con un café. A unos
metros está el “Gato” de Botero,
expuesto de manera temporal antes de ser donado y trasladado a Colombia. A pocas calles, está la Filmoteca Cataluña, en el centro de una plaza rodeada de
prostitución, tendederos en todos los balcones, árabes caminando por la calle
con la mirada en todas partes, te buscan los ojos; por 4 euros, o 2 euros con
credencial de estudiante, dejas de lado el cine comercial
que llega a los 8 euros sin subtítulos, a un cine de arte, historia,
creatividad y visiones apegadas a una realidad social, de una u otra forma.
La desorientación pasó a
pequeñas dudas que culminan cuando se da paso a la lógica, al razonamiento. La ansiedad ha cambiado
de sentir intimidación, a sentir curiosidad,
ya no camino pensando en no perderme, camino y llego sin darme cuenta. Dejé de ser
más explicativa en mis conversaciones, para evitar expresiones regionales, a
decirlas cuando así me naciera, esperando una familiarización con el lenguaje de forma mutua, compartida. Escuchar a un español intentar expresar
una grosería mexicana es de lo más disfrutable. Y es agradable sentir empatía ante palabras o expresiones
“mexicanas”.
El
catalán y las tapas.
La lengua catalana no ha
sido un obstáculo, creo haber dado, en más de una ocasión, una respuesta en
castellano a una frase en catalán. Entre
catalanes, hablan catalán, no me molesta que lo hagan enfrente de mi, sabiendo
que no lo entiendo, quiero pensar que buscan me familiarice, yo soy la que
viene de fuera. Aún, no tengo claro su
regionalismo, la defensa de identidad
los caracteriza; pero, si algo he
encontrado, es sinceridad de trato. Son claros en sus opiniones y las expresan
sin empacho. Saben que son una comunidad autónoma, que son importantes como
región, pero no son independientes, y esa actitud, la refleja la unión entre
catalanes, por formar parte de la comunidad. Se fortalecen entre ellos mismos.
La
dieta mediterránea,
o mejor dicho, a la que tengo alcance, ha sido la adopción total del pan con
tomate, con chapata específicamente, sin duda, el risotto llegó para quedarse, además de comer con mayor frecuencia
sardinas y pescado, ya puedo identificar los buenos y no tan buenos kebabs
entre los tantos puestos de comida de este tipo. El café se volvió ritual
matutino con su respectivo crossiant de
chocolate o una rebanada de chapata con nutella.
No dejo al final a la pasta, los embutidos y claro, los montaditos y las tapas.
Consciente o no, buscando
o adecuándome a una rutina, una familiarización con el entorno que permita
hacerme sentir con cierto dominio, el necesario para moverme y expandirme; es
la fase tres de Kalervo Oberg, la fase
de ajuste, en donde el desarrollo de rutinas permite acostumbrarte a una
nueva cultura. Aprender a saber qué
esperar. Saber dónde estoy parada. No estoy en Tijuana, se me mover, dónde cenar, dónde buscar, las
zonas, el movimiento, la dinámica de la ciudad; en un terreno nuevo, me volví niño
en preescolar. Caminas, encuentras, descubres, preguntas, entiendes. Te
sueltas. Caminas despacito al principio, de una silla a otra, hasta que de
pronto atraviesas un cuarto, luego la casa…
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