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jueves, 16 de agosto de 2012

PEQUEÑAS MEDIDAS PARA TRANSFORMAR A MÉXICO


Paula Arizmendi
Integrante del colectivo Machincuepa
Twitter: @parizmar 

         El primero de julio ya pasó. Se acabaron las elecciones, y nos guste o no el resultado, nuestra participación en ese rubro ha terminado. Una gran mayoría de mexicanos creen que, con haber decidido un voto, sus obligaciones han acabado.  Que no es necesario seguir interesándose en la política, puesto que ya han votado y no tienen ninguna otra responsabilidad. Que su labor de ciudadanos ha concluido.

Pero se equivocan. Esto es solo el comienzo: ser ciudadano no es nada más votar un día y desentenderse de todo luego. Una nación no se construye solamente con los gobernantes: es necesario que todos juntos trabajemos en tal sentido. Seguramente has escuchado este discurso de que todos tenemos que tomar acciones por el bien de nuestra patria, pero esto es un poco ambiguo. Si eres como la mayoría de los mexicanos, seguramente trabajas, te esfuerzas, no te metes en problemas, y vives tu vida haciendo lo mejor posible desde tu ámbito de acción local.

Pero también quieres que México sea un mejor país. Y si haces solamente lo tuyo, no va a haber cambios significativos visibles. La verdadera transformación surge de una participación activa, de un involucramiento y un compromiso de todos los mexicanos. Esto significa, entonces, que hay que darle más a nuestro México, que hay que activar nuestro “chip” de ciudadano. 

¿Pero qué se puede hacer como ciudadano? Quizás creas que una sola persona no puede cambiar una sociedad, que es muy poquito su ámbito de acción, que te falta conocimiento y que no puedes dedicarte a lo que no sabes. Pensar eso es un error: si una pequeña parte de la población se pusiera las pilas y se dedicara a ejercer su ciudadanía consciente y comprometidamente, todo sería muy distinto. Imagina esto: somos 112 millones de mexicano en el país. Si solo un cinco por ciento de la población tomara estas medida, la situación podría llegar a ser muy distinta: ¿Te imaginas a miles quejándose de la recogida de basura, de la transparencia en las cuentas, proponiendo proyectos de cultura, creando nuevas asociaciones civiles? ¿Te imaginas a seis millones de personas luchando por un bienestar de todos? ¡Sería una fuerza formidable! México podría avanzar en muy pocos años, lo que nunca, hacia una nueva era de progreso e igualdad, con la fortaleza de los ciudadanos trabajando en un mismo sentido.

Es comprensible que te sientas frustrado porque el sistema es muy fuerte, o por la corrupción, la ineficacia y la injusticia que prima en México, y que se ve en todos lados. Quizás te preguntes, ¿Cómo comenzar a hacer cambios si todo está mal?, y desanimado te des por vencido. La buena  noticia es que, con un poco de tesón y creatividad se pueden hacer muchas cosas por México. Así, la primera medida es tener la intención de transformar a México desde tu ámbito local. Aquí te damos algunas sugerencias de todo lo que puedes hacer, y puedes ir agregando todas las que se te ocurran, para que tengamos un fondo común y entre todos pensemos qué significa ser ciudadano, qué podemos hacer realmente.

1. Manda una carta a un periódico sobre temas que te interesen, o algún artículo que te haya llamado la atención. ¿Alguna vez lo has hecho? Pues es una ventana para que se establezca un diálogo entre la gente “importante” y la opinión pública. Lo puedes hacer a la manera tradicional, por correo, o también lo puedes mandar por internet, más rápidamente.   
2. Crea un foro en internet para comenzar un diálogo entre ciudadanos. Seguro hay muchas ideas que no se te han ocurrido y que entre todos se puede dialogar. 
3. Piensa qué situaciones están no están funcionando en México. No necesariamente tiene que ser algo muy grande importante (puede ser algo que en tu barrio está mal organizado, un mal servicio en tu cuadra, una desavenencia entre tus vecinos). Después, escríbelas para organizar tu cabeza. Y si tienes algo de tiempo, discútela con familiares y amigos: eso te dará una mejor idea y fortalecerá el diálogo y las ganas de trabajar para México. Puede ser algo apasionante y enriquecedor, y quizás te des cuenta de factores que antes no tenías tan claros. Luego, 
4. Escribe un blog en el ciberespacio sobre lo que has pensado. De política, economía, sociedad, o desde la perspectiva de aquello de lo que sepas. Con un poco de constancia, muy pronto te encontrarás con un diálogo fructífero y mucha gente interesada.
5. Redactar una carta al presidente sobre algo que te preocupe. ¿Sabías que si le escribes una misiva al poder ejecutivo, por fuerza tienen que contestarte?
6. Informarte de quién es tu autoridad vecinal. Investigar sus planes de trabajo y su presupuesto. Y claro,
7. También puedes escribirle una carta o un correo electrónico en donde le platiques tus propuestas. Es probable que él o alguno de sus ayudantes te responda. Y si no, insístele: todos merecemos una respuesta. 
8. Crea reuniones en tu manzana para conocer a los vecinos, y platicar los problemas que existen. ¿Alguna vez se te había ocurrido?
9. Propón clases gratuitas de lo que sepas a la gente de tu calle, y de tu barrio. Seguro más de uno te lo agradecerá, y no te quitará mucho tiempo. La alegría de ayudar siempre será una recompensa más satisfactoria que cualquier dinero o  remuneración egoísta.
10. Infórmate de las organizaciones no gubernamentales que existen en tu colonia, y hacer unas cuantas horas de voluntariado. Hay muchas y todas podrían beneficiarse de un poquito de tu tiempo.
11. Pedir informes al IFAI. ¿Sabes que todo ciudadano puede pedir cuentas de cualquier cosa del gobierno? Si algo no te ha quedado claro o crees que las cuentas no cuadran, puedes hacer tu petición a dicho organismo. “La información solicitada puede ser sobre cualquier actividad que lleven a cabo las dependencias y entidades —minutas de reuniones, resultados de los proyectos y programas, entre muchos otros conceptos— o bien, sobre el desempeño de los servidores públicos —gastos que realizan, versión pública de sus agendas laborales, versión pública de su currículo, etc.”[1] 
12. Ahora puede grabarse o tomar fotografías con cualquier dispositivo. Si has visto o sido testigo de algún acto de corrupción o de delincuencia, no te quedes con la idea de que nadie hará nada. Graba, recauda evidencia, y después envíala a las autoridades (hay incluso líneas donde se pueden hacer denuncias anónimas). Si no confías en ellas, también puedes enviar tu evidencia a los periódicos o noticieros. Mientras la corrupción esté en lo “oscurito”, crecerá y se hará más fuerte. Solo desaparecerá si denunciamos y exponemos los actos de corrupción.
13. Se pueden enviar dudas, quejas y sugerencias a los gobiernos de los estados mexicanos. No te quedes con tus ideas o tus críticas, hazlas llegar a su página de internet. Quizás no funcione, o quizás sí te hagan caso: solo lo sabrás si tomas tú la iniciativa.
14. ¿Te has fijado que la corrupción se construye con pequeños actos? Cada vez que alguien da “mordida” a los policías por pasarse un alto, la corrupción se hace más fuerte. Si quieres que este cáncer se acabe, comienza dando el ejemplo: respeta el código de circulación, no cometas actos ilícitos, y sobre todo,
15. No te pienses como la excepción. Cuando tengas dudas sobre si hacer algo porque solo lo estás haciendo tú (como tirar una colilla o dejar que tu perro haga sus necesidades y no recogerlas) piensa en lo siguiente: ¿me gustaría que todos los mexicanos hicieran esto? Ahora respóndete: si todos los mexicanos dejaran que sus mascotas se hicieran en la calle, las banquetas serían un caos, el aire se contaminaría exponencialmente, y probablemente cundirían las enfermedades e intoxicaciones. Así que no, no te gustaría. Por lo tanto, abstente si te das cuenta de que está mal que todos lo hagan. Piensa que no solo eres tú, son muchísimos otros que creen lo mismo que tú.
16. Muy probablemente te has cansado de escuchar la misma canción ecológica de siempre. Pero sigue siendo igual de necesario: economiza la luz, repara fugas de agua, denuncia las fugas de la calle, recicla tu basura, no tires basura en la calle. Esas pequeñas cosas también hacen que el mundo vaya cambiando.
17. Involúcrate en la educación de tus hijos. La escuela enseña, pero a veces no lo hace de forma completa. Trata de complementar lo que vayan aprendiendo en la escuela, platica con ellos, infórmate si no sabes algún tema, y si puedes dales una ayudadita a los amigos de tus hijos. Involucrarse seriamente en lo que aprenden tus hijos también es parte de ser un ciudadano, porque les estás enseñando cómo serlo.
18. Hay muchas páginas de internet en las que puedes hacer peticiones y recabar firmas. Es una de las mejores maneras para que la sociedad civil se entere y gracias a sus firmas se remedien situaciones injustas. En Change.org, por ejemplo, puedes pedir ayuda a las personas para cualquier atentado a los derechos humanos.
19. También puedes hacerte miembro de alguna organización que defienda los derechos humanos. Siempre hay causas por las cuales luchar y que necesitan ayuda.
20. ¿Sabes que tú puedes ayudar a que las leyes cambien? Si tienes una idea sobre una ley, acércate a tu diputado local o senador: con un poco de suerte, puedes exponerle tus dudas, presentar un escrito, y colaborar en la legislación mexicana. Y si tu diputado no ha respondido como esperabas, también
21. Puedes entrarle a la vigilancia de tus gobernantes. Un ejemplo de ello es la iniciativa de “Sigue a tu diputado” (http://sigueatudiputado.com/), en donde te responsabilizas de vigilar a tu diputado y de revisar que esté haciendo correctamente su trabajo. ¿Te imaginas como sería México si diez mil personas vigilaran a los legisladores y gobernantes, y los expusieran a la luz pública? Seguramente los gobernantes serían más eficaces y se sentirían más responsables de lo que están haciendo. Hay muchas iniciativas en este sentido, infórmate y comprométete a vigilar, por el bien de México.
22. ¿Crees que hay situaciones injustas en México?  Estas situaciones  proliferan cuando nadie se entera. Pero hay muchas formas de denunciar  las injusticias: una de ellas es la manifestación pacífica. Gracias a las protestas de grupos ciudadanos, la gente se entera de lo que esconden los poderosos. Otra forma es el boicot ciudadano a productos o empresas, una forma muy útil de protesta (En otro artículo hablaremos de estos tipos de protesta). También puedes manifestarte creativamente, por medio del arte. Un ejemplo de esto son los performances, flash-mobs, instalaciones o escritos literarios. Quizás no seas un gran artista, pero si tienes alguna inquietud siempre hay grupos a los que puedes ayudar, para que la gente conozca lo que está sucediendo en su país.
23. A nuestro juicio, esta es la medida más importante: muchos de los ciudadanos no se sienten orgullosos de su país, y creen desanimados que no se puede hacer nada para resolver los problemas que nos aquejan. Por eso, prefieren a los otros países y a otras sociedades antes que la suya. A eso se le llama malinchismo Pero antes que nada México está constituido por lo que hacemos y por lo que somos, y hablar mal de México es hablar mal de nosotros. Por eso, nuestra última recomendación es que tomes conciencia  de lo grande que es México: interésate por su historia, por su geografía, por su inabarcable biodiversidad, por sus decenas de lenguas, de grupos étnicos, por su productos originarios, por todas las maravillas que tiene nuestro país y que quizás no hemos notado.
24. Y siéntete orgulloso de pertenecer a este país. Porque además de lo que es, México es grande por lo que puede llegar a ser. Y esto solo sucederá si quieres a México y te comprometes con él para cambiar lo que encuentras mal. Te garantizamos que si te llenas de este espíritu y lo compartes, los cambios no tardarán en llegar.
25. ¿Tienes más ideas? Compártelas con nosotros, solo así podremos construir una ciudadanía fuerte. Nos encantará escuchar tus sugerencias y comentarios.
            


[1] En http://www.ifai.org.mx/SolicitudInfo/SolicitudInfoPublica



domingo, 20 de mayo de 2012

HACIA UN ESTADO DEMOCRÁTICO: GOBIERNO, VOTO Y CIUDADANÍA

Enrique Rivero Ojeda

"Tener una identidad es construir una figura
en la que nuestro pasado se integre en un proyecto
renovado… A nosotros corresponde dibujar el rostro
 en que podamos reconocernos, y ver en él nuestro pasado.
Pues un pueblo tiene que llegar a ser lo que ha elegido."

Luis Villoro



Las elecciones para Presidente de la República son inminentes. Los mexicanos hemos sido testigos de un  sinfín de manifestaciones políticas por parte de cuatro candidatos: radio, televisión, internet, así como prensa escrita, han sido los medios por los que cada aspirante a la presidencia ha expuesto su plataforma política. Como ciudadanos, el papel que nos atañe ante esto es el de la crítica, la reflexión y la apuesta por aquello que nos parezca mejor para el país. Sin embargo, ¿alguna vez nos hemos preguntado para qué o por qué votar? ¿Tenemos claro qué repercusión o efecto real puede tener nuestro voto? Hay un porcentaje importante de indecisos y un grupo aún mayor y más preocupante de abstencionismo. La política en nuestro país no es considerada como ejemplar, mucho menos los políticos que la representan. Este es tal vez el motivo determinante por el que numerosos ciudadanos prefieren no involucrarse en el terreno de la elecciones, y simplemente deciden no votar o anular su voto.

Cabe resaltar que, a pesar de la existencia de un grupo importante de abstencionistas, y otro más pequeño de electores que anulan su voto, uno de los cuatro candidatos será elegido: no hay otra posibilidad en el sistema electoral mexicano. En las elecciones del 2011 para gobernador en el Estado de México, hubo un 57.4 % de abstencionismo, y es claro que existe un mandatario en esta entidad y que regirá durante seis años. Esta es una razón más para involucrarse en decisiones que son trascendentales para los individuos y la sociedad en general. Los sistemas democráticos contemporáneos germinan tras una persistente lucha de los ciudadanos por defender sus derechos, y por su intervención constante en el terreno político. Y es que la democracia no es una realidad que se dé per se: es una esfera heterogénea que se construye paulatinamente con el trabajo, las responsabilidades y las exigencias de ciudadanos comprometidos con su entorno.

Esa es la razón por la que resulta imprescindible evocar la etiología de una institución como el Estado, saber cuál es su función y entender el porqué de su existencia. Parecería que el Estado es una entidad atemporal, y que a los individuos no nos queda otra opción más que asumirla como una realidad inexpugnable. Es verdad que no se comprende al hombre moderno sin la existencia de un organismo que le garantice seguridad y una serie de derechos para existir, pero eso no significa que nos esté vetado calificar su desempeño.

            Recordemos que antes de que existiera el Estado como tal, se vivía en un principio de naturaleza: la realidad del ser humano estaba constituida por el caos y  la inseguridad. La imposición del más fuerte, la transgresión generalizada y un mundo sin ley eran los antecedentes del Estado. De ahí la necesidad de protegernos en un Estado de derecho que velase por el respeto hacia las garantías mínimas para el desarrollo de los individuos.

El hombre firmó un contrato en el que cedía el poder a un organismo que, a cambio, se comprometería a salvaguardarlo, respetarlo y darle las condiciones necesarias para un desarrollo óptimo: estas serían, además de muchas otras, las funciones mínimas de un Estado democrático. Sin embargo, un contrato sólo es efectivo si se lleva a cabo bilateralmente, es decir, si cada una de las partes cumple con la función que le corresponde. No podemos exigirle al Estado seguridad, salud, educación, vivienda, etcétera, si no somos capaces de responsabilizarnos de una acción primaria como lo es votar. Lo que nos hace ciudadanos, entre otros elementos, es el  acto primigenio de decidir quién tiene que gobernar. Elegir a quién le voy a otorgar mi voto, con quién firmaré el acuerdo de reciprocidad, y con qué proyecto de nación me implico, es parte fundamental de esa responsabilidad.  Ahora bien, parte esencial de la democracia es aceptar que no siempre será elegido el candidato por el que votamos, así como también es obligación del Estado y de sus instituciones garantizar que el proceso electoral sea legítimo y transparente. Si el Estado de derecho sobre el que se sostiene la legalidad, la libertad y la autenticidad del proceso electoral no cumple a cabalidad con su labor, los resultados podrían ser catastróficos.

Las sociedades contemporáneas —cada vez más complejas— requieren de ciudadanos preparados, que comprendan que el quehacer político es una actividad básica para alcanzar la justicia. Por ello, es necesario que los ciudadanos se decanten por la práctica y el ejercicio reflexivo, por ejercer un voto bien pensado, que se encuentre comprometido con la verdad. Ese es el voto que beneficiará al país y a la sociedad en general.

Hay que tener claro que con el voto comienza la democracia, pero ésta no se agota ahí. Es condición necesaria que los ciudadanos hagamos un frente común para defender dicha democracia. El individuo aislado es un cáncer para cualquier nación. No es posible desentendernos de lo que sucede en la polis, cada vez es más claro que para que un país crezca en todos los sentidos, es requisito indispensable que sus habitantes busquen no sólo el beneficio particular, sino el bien general. Ya lo afirmó alguna vez Rousseau: la diferencia entre el hombre y el ciudadano es que el primero busca la felicidad, mientras que el segundo busca la justicia. El ciudadano debería inclinarse a llevar a cabo una noción plural del bien, sabiendo que de esta manera también él saldrá beneficiado.

Resulta imperativo, pues, que exista una ordenación madura de la sociedad civil. Una sociedad organizada es una comunidad que comparte y desarrolla valores y objetivos conjuntos. Es indispensable que la esfera pública tenga un peso determinante en la realidad política de un país. Mientras los individuos estén apartados será más factible que los gobiernos decidan unilateralmente cuál debe ser el rumbo. Participemos, hagámonos responsables de nuestro entorno, levantemos la voz ante la injusticia, organicémonos y cobremos fuerza en la colectividad. Un verdadero estado democrático comienza por una acción muy simple, por un acto que está al alcance de todos: el voto. Votemos, y decidamos en qué país deseamos vivir.