viernes, 15 de junio de 2012

LA PRIMAVERA MEXICANA, EL MÉXICO MADURO Y EL MÉXICO PODRIDO

Por: Adolfo Upsset
Colaborador invitado

Uno tiene la impresión, cada vez que vuelve a México, que las cosas no cambian. A nadie se le ocurrió ocultar los cables eléctricos bajo el pavimento, y aún cuelgan como tendederos del progreso desenfrenado. Nadie pensó aún en ponerle límites a los luminosos de neón que invaden las autovías. Ni nadie cayó en cuenta en que la solución no es hacer un segundo piso al periférico, sino ponerle freno al creciente uso del vehículo privado, despidiendo ingentes cantidades de petroleo quemado por el escape. Uno tiene la impresión, cada vez que vuelve a México, que la torre Latino sigue siendo el edificio más alto, por mucho Paseo de la Reforma que exista. Y es que en Tacuba las enchiladas verdes siguen sabiendo a lo mismo, y en Sanborns siguen sirviendo café aguado. Y lo mismo, desde el malecón veracruzano hasta las rocas de Acapulco.

Y eso que México ha tenido la oportunidad, los últimos veinte años, de convertirse en un país del primer mundo. Un crecimiento económico sostenido, y la idea persistente que México ya es una potencia emergente han sido repetidas hasta la saciedad. Dejar atrás aquella etiqueta de "país en vías de desarrollo" fue un objetivo de los dos gobiernos panistas y de los últimos priístas desde que el nefasto Salinas dejara el país en la ruina. México ha crecido económicamente, se ha internacionalizado, y el turismo lo ha enaltecido hasta grado máximo. Los últimos gobiernos priístas y los dos panistas han fijado sus objetivos en el crecimiento económico, en parte conseguido y han errado en el crecimiento social, un fracaso monumental. México no ha sabido gestionar esos valores, fallando en los grandes retos estratégicos del país, y eso lo ha llevado a un atolladero como el actual. 

Un momento en que sectores sociales, desde universitarios hasta campesinos, desde escritores a ganaderos, han iniciado una ardua batalla, llamada "Primavera mexicana", con ánimos de incidir en el panorama político y social, cambiarlo y movilizar los ciudadanos para conseguir, aunque el motivo suene muy utópico, "un México mejor". Colectivos y movimientos como el Yosoy132, el Movimiento por la Paz... revolucionan las redes sociales con mensajes a favor de la paz, en contra de la manipulación, en contra de los mensajes de las grandes televisoras, en contra del candidato priísta... algo que ha sabido aprovechar el candidato del PRD para difundir su mensaje de cambio en los sectores más indignados del país, entre los cuales la juventud universitaria y la intelectualidad izquierdista tienen mucho que decir. Ellos no son la "Primavera mexicana", porque tienen ya un discurso maduro, tostado ya a base de palazos en la calle, lecturas políticas y sociales, asambleas colectivas y argumentos reflexionados. Quizás este México maduro, que votará a su presidente por primera vez, tenga un papel importante en estas próximas elecciones. Pero me parece que no será determinante. Y no lo será con la desacreditación sistemática y supina del candidato que no es de su gusto, sino con una invitación democrática a la elección responsable y reflexionada de aquél que creen que es mejor para sus intereses, y para los del país.

Existe también el México podrido. Aquel México enquistado en todos los partidos, en todos los grupos sociales, en todas las universidades, en la calle y en las empresas, en el campo y la ciudad. Un México anclado en las corruptelas del teje-maneje, de la compra-venta de favores, de la mentirijilla que no hace daño. Un México plagado de favoritismos que mantiene en el poder de los sindicatos personajes de un submundo de novela gráfica. Un México que se ríe de su propio sistema educativo, condenando al ostracismo a las nuevas generaciones de mexicanos y mexicanas. Una clase política con buenos ideólogos, pero con nefastos gestores. Caciques locales, policías corruptos, maestros incompetentes, y un narcotráfico que campa a sus anchas a lo largo del territorio, coaccionando a campesinos, chamacos desgraciados y politiquillos de tres al cuarto. Como Hamlet, algo huele a podrido en México.

Sin embargo, existe en México una gran masa social, alejada de la juventud capitalina y universitaria, que ni usa las redes sociales ni los celulares, que desconoce la buena gestión del PRD en el Distrito en cuanto a limpieza y seguridad, pero que también desconoce la internacionalización de las empresas mexicanas gracias al PAN, o el buen papel municipalista de los gobiernos del PRI. O, si me permiten, las buenas ideas del bigotón de Quadri. Porque todos tuvieron cosas buenas. Y un país democráticamente avanzado debe saber reconocerlo, y cualquier intelectual con dos dedos de frente, sabrá que es verdad. Este es el México del labriego oaxaqueño, de la artesana chiapaneca, del anciano que pasea en San Luis, de la chica que trabaja en el Oxxo de Guadalajara, del médico de un pueblo de Baja California, del alcalde honesto de una ciudad de Tamaulipas, del mariachero de Cocula, del pequeño empresario de Nuevo León, del chamaco del kinder de Culiacán. Un México que va y que viene, que no lee programas de partidos, que vota el que le parece que va a ser el mejor de los malos, el desencantado, el que se preocupa de los frijoles del día a día.

Ellos son la primavera. La primavera que espera, y que vendrá. Ellos son a los que México tiene que convencer.

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